Familiares, amigos, sacerdotes, consagrados, autoridades civiles y militares, asistieron este martes a la capilla del Seminario Conciliar de Bogotá, para despedir al cardenal Pedro Rubiano Sáenz, cuyos restos mortales permanecerán en cámara ardiente hasta este miércoles y de allí, trasladados a la Catedral Primada de Bogotá, donde se cumplirán las exequias, a las 10 de la mañana.

Durante la velación del purpurado colombiano, quien sirvió a las Iglesia y al país, por más de 50 años, fue recordado su legado, que tocó comunidades a lo largo y ancho del país, a partir de una vida y ministerio marcados por la caridad, la calidez humana, la opción preferencial por los pobres, la sencillez, la oración, y el empeño por la reconciliación y la paz.

Las autoridades eclesiásticas recordaron los frutos de su pastoreo en las jurisdicciones de Cúcuta, Cali y Bogotá; así como su empeño y trabajo por la defensa de los derechos humanos, de la vida, y por el desarrollo humano integral.

Para el padre Rafael De Brigard, vicario en la Vicaría Episcopal Territorial Padre Misericordioso, “Dios fue generoso al poner a monseñor Pedro entre nosotros: Un verdadero pastor … Un sacerdote con gran desprendimiento, con una vida dedicada al servicio de Dios en las personas, en las comunidades”.

La sobrina del cardenal, Rosa Elena Chávez, recordó “su simpatía y rectitud; fue un hombre muy servicial, muy generoso”, que antes de que su enfermedad avanzara, y tras haberse donado en su ministerio, disfrutaba de acompañar las celebraciones de la Iglesia católica colombiana, y compartir momentos sencillos con su familia: un libro, una charla, una salida al cine o un helado”.

Monseñor Rafael Cotrino Badillo, vicario de administración de la Arquidiócesis de Bogotá, lo recordó como "un hombre valiente y libre; de mucha oración; austero; y sensible a los pobres, a la realidad de la violencia y a los esfuerzos por la reconciliación y la paz”.